Un taxista español recogió a una señora que no paraba de hablar. Como no tenía ganas de entrar en conversación simuló ser sordo y mudo señalando su boca y oídos para indicar que no podía hablar ni oír. Cuando llego al destino apuntó al taxímetro para indicar cuánto debía pagarle. La pasajera lo hizo y se bajó. En ese momento se dió cuenta de que el taxista no podía ser sordomudo.
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